domingo, 22 de octubre de 2017

El Cementerio del Cabanyal

El Cementerio del Cabanyal

Sus orígenes

«Hasta 1867, los entierros se realizaban en las inmediaciones de la Parroquia del Rosario, pero el gobierno de la nación ha dispuesto que deje de enterrarse en las iglesias, y que se construyeran cementerios en las afueras de las ciudades.




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Para hacer el traslado, la corporación municipal busca un emplazamiento alejado tanto del núcleo poblacional como de la misma capital. El lugar elegido es el actual del Camino del Cabanyal, que pertenecía a Valencia.


Plano del Cementerio de 1860

Cortesía de 


En 1866 tenía únicamente 5400 metros cuadrados, aunque con el tiempo se ha ido ampliando. 

El dueño de los terrenos era un tartanero de Valencia llamado Carmelo Nicolau Cubells. El Ayuntamiento de Valencia lo compra por 20000 reales.



Camino del Cabañal o del Cementerio

Paco Dolz

Las obras empieza a hacerlas el aparejador Antonio Duet Greses, pero no parecen que sean de mucha calidad y muy bien pensadas.


Panteón para Teresa Cola en el Cementerio del Cabañal. 1938 

Fundación Goerlich

Aunque las obras no estaban acabadas, en 1868 el Rvdo. Juan Bautista Aliaga, Vicario de los Ángeles, pudo bendecir el Cementerio, aunque fuera de carácter provisional, pues durante muchos años fueron coexistiendo los dos».

Historia del Cabanyal

Antonio Sanchis Pallarés

El cementerio del Cabanyal y Mariano Benlliure

«Rodeado casi por completo de edificaciones que avanzan sin aparente control, el pequeño cementerio del Cabanyal, antes enclavado en medio de la huerta que separaba los pueblos marineros de la ciudad, encierra todavía un gramo de paz, en medio de la que destaca, perfecto en su sencillez, el mausoleo que el escultor valenciano Mariano Benlliure dedicó a sus padres. Y donde él mismo decidió ser enterrado. Un autorretrato, que se hizo expresamente para ser colocado en ese lugar, confirma que el proyecto del escultor, volver a tierra valenciana tras su muerte, fue largamente meditado y decidido.


Fundación Goerlich

En 1913, cuando Mariano Benlliure, a los 51 años, está en el cénit de su carrera como escultor, decidió dar sepultura a sus padres en el cementerio del Cabañal. Juan Antonio Benlliure, el padre, había fallecido en 1906; Ángela Gil, madre de seis hijos, había muerto un año después. Aunque todos habían vivido humildemente en el barrio del Carmen --donde Mariano nació, en 1862, en el número 16 de la calle Baja-- la verdad es que Pueblo Nuevo del Mar, que entonces era municipio independiente de Valencia, les llamó muy pronto. Allí trabajaban y vivían los abuelos paternos, los Benlliure; el abuelo era el encargado de la alquería de los Bertrán de Lis, una familia acaudalada donde no faltaban las vocaciones políticas.


Panteón para Mariano Benlliure en el Cementerio del Cabañal. 1922

Fundación Goerlich

El famoso escultor nunca olvidó Valencia y siempre sintió nostalgia de sus correrías infantiles por el Cabañal; la libertad de la huerta y el horizonte del mar, la vida sencilla y entrañable de lo que era un pueblo muy alejado de la capital siempre impregnó sus recuerdos. Por eso, el que a los nueve años inició el aprendizaje como tallista en Madrid, de la mano de su hermano José, no dudó en comprar un pedazo de tierra, en el cementerio del Cabañal, para dar sepultura a sus padres.


Mausoleo de Mariano Benlliure

EFE

A diferencia de quienes le rodeaban, Benlliure no quiso levantar un gran mausoleo. Los Robillard, a muy pocos pasos, dejaron constancia monumental de lo que representa ser dueños de una gran fábrica de perfumes: la que con sus plantaciones de flores a la orilla del mar dio nombre a la Malvarrosa. El escultor, sencillamente, dispuso una cruz de piedra en el suelo y, como ornato, sobre un monolito, las cabezas de su madre y su padre que él mismo modeló unidas, a semejanza de las que la cultura romana levantaba para invocar a los manes del hogar.


Fundación Goerlich

Igual que Joaquín Sorolla fue el pintor de la Corte, Mariano Benlliure fue el escultor oficial de la Restauración. Popular en las plazas de toros, habitual en los teatros, triunfador en los cenáculos y dueño de un estudio por el que desfiló lo mejor de la burguesía española, Benlliure hizo posar a todos: desde los Reyes a los banqueros, desde los primeros ministros a los toreros. Durante décadas, no hubo proyecto de monumento oficial que se le resistiera: todos los ganaba y con todos los personajes lucía sus cualidades: Alfonso XII, Isabel la Católica, Álvaro de Bazán, Francisco de Goya, el general Martínez Campos y el cabo Noval.

Si pasear por Madrid es tropezar una y otra vez con sus mejores esculturas, en Valencia podría hacerse una ruta turística especial para ver sus obras. Empezando por la fachada del Ayuntamiento, la ciudad exhibe piezas de Benlliure en el monumento al marqués de Campo, en el de San Juan de Ribera, en el de Cervantes y en el dedicado al pintor José Ribera. Todo eso sin entrar en los museos, donde hay bustos de Sorolla, Serrano y Blasco Ibáñez, sus grandes amigos de Madrid, modelados por su mano. En el patio de la Generalidad, impresionante, se exhibe la chimenea decorada con escenas del Infierno del Dante.


Fundación Goerlich

Curiosamente, Mariano Benlliure, que preparó con detalle cómo habría de ser su propia tumba, tiene buena parte de su obra dedicada a los monumentos funerarios de grandes personalidades. En Valencia está el mausoleo que dedicó a Blasco Ibáñez, mientras en el Cementerio General podemos ver una de las más bellas figuras esculpidas nunca por el artista: el ángel que abre la puerta del mausoleo de la familia Moróder. Pero en Madrid, el Panteón de Hombres Ilustres muestra los dedicados a Sagasta, Dato y Canalejas; en Barcelona es famoso el homenaje fúnebre al tenor Viñas; en El Roncal muestran con orgullo el que preparó para Gayarre, una obra clave en la historia del arte español, y en el cementerio de Sevilla, la tumba del gran torero Joselito arrebata por su aire solemne y conmovedor.

Unido a la famosa actriz Lucrecia Arana, Mariano Benlliure, como el mismo Sorolla, se construirá en Madrid, ampliando la casa de su compañera sentimental, una villa con amplias dependencias dedicadas a exposición y estudio. Por la calle Abascal pasaron docenas de personajes famosos, entre los que nunca faltaban valencianos de todas las ramas artísticas, ya fueran músicos, como Serrano o Lleó; escritores, como Llorente o Blasco Ibáñez, o pintores, como Sorolla, Sala o Pla. Para la fuente del jardín de esa casa madrileña fueron esculpidos los niños que juguetean en el agua que podemos ver en San Pío V y los jardines de la plaza del Carmen».

Francisco Pérez Puche

Las Provincias. 30 de octubre de 2010


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